¿Quién iba a pensar que escribir un blog me pondría a reflexionar sobre la inteligencia artificial, mis días de colegio, y un viejo computador de los 90? No soy el típico entusiasta de las cámaras ni de las redes sociales. Así que cuando me llegó la propuesta de participar este mes en la generación de conocimiento en Gati, descarté la idea de hacer un vídeo, pero escribir… eso sí que me llamó la atención. Acepté de inmediato.
Ahora bien, aceptar fue la parte fácil. Decidir sobre qué escribir fue otra historia. Pensé en mi trabajo técnico, en esas largas horas frente a la terminal resolviendo casos de infraestructura, pero dudé que eso atrapara a alguien más allá de los nostálgicos de los 90s. Soy de la generación que tuvo su primer PC con apenas 640 KB de RAM —sí, kilobytes— y pantalla en blanco y negro.
Después de dos días de pensar temas, aún no lo tenía claro. Empecé a anotar palabras clave que están en auge dentro de la organización: IA, IoT, Machine Learning… y fue ahí cuando todo encajó. No porque sea experto en inteligencia artificial, sino porque me trajo a la memoria una anécdota de cuando tenía 13 años. Y sí, tiene mucho que ver con fútbol, con literatura, y con ese primer deseo de tener una máquina que pensara por uno. IA fue el tema que elegí. No porque trabajara o tuviera gran experiencia con ella, sino por una anécdota que pasó por aquellos años del Equity II Plus y aquí se las comparto:
Corría quizás el año 90 o 91, podría estar cursando el grado 8 o 9. En esa época había dos cosas que me gustaban mucho las matemáticas y jugar fútbol (gustos que hasta el día de hoy aún permanecen). En aquel tiempo era muy común que a los estudiantes nos ocuparan con la tarea de leer novelas, cuentos, en fin, libros y luego hacer un análisis literario de lo leído generando un documento con todas sus partes, introducción, objetivo, contenido (dicho contenido incluía todo lo relacionado con el libro leído protagonistas, lugares, trama, clímax, desenlace, etc.), análisis de los recursos literarios usados por el autor, y un montón de cosas más.
Hay que decirlo: leer no es que sea de mi agrado. Sí leo, pero mucho y en cantidad: noticias, temas de matemáticas y libros técnicos. Pero obras literarias… puedo responder con un rotundo NO. Y ese NO se traducía en que el análisis literario se me convertía en un pendiente. Y ese pendiente ya no era un documento escrito que entregar, sino un examen oral.
¿Cómo salía del problema? Allí estaba mi mejor amigo, Edwin Ortega, asiduo lector de todo lo que se le atravesaba. Entonces, cuando íbamos a jugar fútbol (el camino a la cancha era de 3 o 4 cuadras), le pedía que me contara acerca del libro que había que leer para ese mes… Tan bien lo relataba, que en el examen oral me iba mejor que a los que entregaban el trabajo esa maquinar lo que para mi fue el primer acercamiento a lo que hoy se conoce como IA. Muy confiado y seguro me acuerdo de que dijo voy a hacer un programa que dado el tema piense por mí, busque el libro, lo lea y haga el bendito análisis literario, yo solo me reía y le decía el día que hagas eso creo que el mundo ya estará cerca de su fin.
Es que no era para menos un adolescente barranquillero en el año 1991 o 1992 hablando como un visionario de la IA cuando en ese entonces ni él, ni yo habíamos sabido lo que era el internet, con poquísimas bases de programación (Edwin en ese entonces programaba en BASIC y Pascal), mucho menos conocimientos de redes neuronales o Machine Learning, eso sí con una idea muy clara “el programa tiene que pensar por mi” y “entregar el resultado que yo debo entregar”.
Poniendo un poco más de trascendencia esas frases: “el programa tiene que pensar por mi” y “entregar el resultado que yo debo entregar”, parecieran tenebrosas a simple vista o con solo escucharlas porque queda en el aire la pregunta si la máquina hace todo, que hará el humano? La respuesta es muy sencilla, seguirá haciendo lo que bien sabe hacer cada uno, las máquinas haciendo lo que los humanos le digan que haga y el humano explotando con su creatividad el poder de las máquinas para clasificar y procesar gran cantidad de datos que permitirán entregar información susceptible de un análisis hecho por un humano, y con esto nuevamente iniciar un ciclo de profundización en los resultados obtenidos.
¿A dónde quiero llegar con esto? Creo que el temor de que las máquinas lo harán todo es debido a que ya creemos tener la respuesta a todo. Siempre habrá cosas nuevas por aprender, por analizar y por descubrir, las máquinas o la IA nos ayudará a hacerlo mejor, más rápido y sobre todo nos retarán como humanidad a saber si los resultados que nos entregan tienen validez. No hay que olvidar que la IA alucina, no podemos dejar de plano el poder de decisión a una o unas máquinas, sobre todo cuando quien crea esos algoritmos es un humano, un humano no perfecto.
Ya para terminar, me he enfocado para este escrito en algo que a mi manera de ver me acercó hace unas 3 décadas a una de las utilidades de la IA y me pareció interesante compartirlo con el público que llegó hasta este punto del artículo. Hoy en día, quisiera contarle más brevemente acerca del uso que le he dado a una de las IAS más conocidas chatGPT, pero creo que eso será material para otra entrega.
Gustavo Mario Coronel – Administrador de Infraestructura